
La resistencia a los antibióticos es uno de los grandes problemas que enfrenta la humanidad en el campo de la salud. Se estima que en España mueren alrededor de 4.000 personas al año por infecciones resistentes a los antibióticos y esa cifra se ha mantenido estable en los últimos años. Para hacer frente a este problema, un equipo de investigación de las universidades de Huelva y de Sevilla y del Hospital Universitario Virgen Macarena ha utilizado nanotubos de carbono para la administración de antibióticos. Estas estructuras, un millón de veces más finas que un cabello, actúan de manera más precisa en el foco de la infección y aumentan la duración del efecto.
Los investigadores han explicado que Cefepime y Meropenem son dos antibióticos de la familia de la penicilina utilizados en infecciones bacterianas de cierta gravedad como neumonías, meningitis o septicemia. Estos deben administrarse por vía intravenosa y su acción dura entre una y dos horas en el flujo sanguíneo. Además, provoca que tengan que dosificarse frecuentemente y, por tanto, que las bacterias adquieran resistencia con rapidez.
Los expertos proponen una aplicación diferente de estos fármacos con la que se logra que la dosis actúe más eficazmente durante 24 horas logrando así un mayor rendimiento y una reducción en la frecuencia de administración. El trabajo, publicado en la revista Journal of Drug Delivery Science and Technology, describe cómo el proceso conocido como adsorción física permite unir el antibiótico a la superficie del nanotubo sin modificar químicamente el medicamento. Estas estructuras están compuestas por átomos de carbono organizados de manera parecida a un panal que se enrolla formando un cilindro.
"Gracias a su tamaño diminuto, resistencia y ligereza, estos nanotubos pueden usarse como pequeños contenedores para transportar medicamentos dentro del cuerpo y liberarlos poco a poco en el lugar donde se necesitan", ha indicado a la Fundación Descubre, organismo dependiente de la Consejería de Universidad, Investigación e Innovación, el investigador de la Universidad de Huelva Manuel López, autor del artículo.
De esta manera, los científicos comprobaron que al incorporar los antibióticos en nanotubos de carbono mediante adsorción física, se logran mejoras significativas en su desempeño. En primer lugar, se redujo la concentración mínima inhibitoria (MIC); es decir, fue necesario emplear menos cantidad de medicamento para frenar el crecimiento bacteriano.
Además, se prolongó el efecto terapéutico, ya que el fármaco permaneció activo durante más tiempo en el organismo gracias a una administración más controlada. Esta distribución sostenida permite, según los expertos, mantener niveles constantes del medicamento, lo que "no solo mejora su eficacia, sino que también disminuye la frecuencia de las dosis y reduce el riesgo de generar resistencia bacteriana", ha indicado.
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