
El sexo de la persona y la presencia o ausencia de síntomas depresivos influye en el dolor crónico. Es lo que se extrae de una investigación liderada por el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y publicada en la revista European Journal of Pain que revela que el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), una proteína clave para el funcionamiento neuronal, como biomarcador del dolor crónico.
Concretamente, el estudio, coordinado desde el Centro Nacional de Epidemiología del ISCIII y con la participación de investigadores del Ciber de Epidemiología y Salud Pública (Ciberesp), ha analizado a 1.932 personas mayores de 65 años de la población general en España. Se analizaron sus factores sociodemográficos, de estilo de vida y clínicos; además de cinco tipos de dolor crónico: musculoesquelético, nociplástico, neuropático, visceral y vascular. Hay que tener en cuenta que el dolor crónico es un dolor persistente y prolongado que se prolonga más allá del periodo de curación esperado. Las diferencias con el dolor agudo es que el primero es desadaptativo y a menudo se presenta sin una causa evidente o después de la curación.
En esta investigación se señala que las mujeres tienden a presentar umbrales y tolerancia al dolor más bajos, una mayor activación de las regiones cerebrales implicadas en las dimensiones emocionales del dolor y una mayor susceptibilidad al dolor incapacitante y la depresión debido a diferencias biológicas, sociales y psicológicas. Estas variaciones relacionadas con el género pueden estar aún más influenciadas por mecanismos epigenéticos, en los que el comportamiento y el entorno interactúan con la expresión génica para modular las respuestas biológicas al dolor.
El principal resultado es que en mujeres sin depresión, el dolor crónico grave o incapacitante se asocia con niveles más bajos de BDNF circulante. Mientras que en los hombres, esta asociación sólo se observa si presentan antecedentes depresivos.
Enfoques personalizados para los pacientes
Si se observan con detenimiento los resultados, los autores especifican que entre 962 hombres y 970 mujeres, las concentraciones medias de esta proteína cerebral en sangre fueron de 18,55 (5,66) ng/mL y 19,39 (5,77) ng/mL, respectivamente. En 511 participantes con dolor crónico, el dolor musculoesquelético probable fue predominante (n = 446), seguido del dolor nociplásico (n = 71), neuropático (n = 54), visceral (n = 51) y vascular (n = 22). En particular, en los participantes no deprimidos (n = 1639), las mujeres con dolor intenso o interferente mostraron concentraciones de BDNF más bajas en comparación con las que no presentaban dolor crónico, un patrón que no se observó en los hombres. Por el contrario, entre los hombres con depresión (n = 293), tanto el dolor intenso como el dolor interferente se asociaron con un menor BDNF, una tendencia ausente en las mujeres con depresión. Se observaron asociaciones similares en los análisis de los subtipos de dolor musculoesquelético y nociplásico.
"Estos resultados subrayan la necesidad de adoptar enfoques personalizados en la evaluación y manejo del dolor crónico, teniendo en cuenta diferencias biológicas y psicológicas entre los pacientes", asegura Esther García Esquinas, autora principal del trabajo.
Por lo tanto, el BDNF tiene potencial como biomarcador del dolor crónico, pero su utilidad dependería de variables como el sexo y la salud mental del paciente, principalmente, los estados depresivos. En esta línea, la interpretación clínica debería ajustarse a cada perfil individual, alejándose de enfoques generalistas.
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