
¿Es consciente la población del peligro que supone el calor extremo para la salud? Rotundamente, sí. El 90% cree que supone riesgos graves, según el último estudio encargado por el Ministerio de Sanidad a la consultora GAD3 entre el 7 y el 14 de julio de 2025, recoge la opinión de 1.274 personas mayores de 18 años. A pesar de la percepción del riesgo extendida, no hay que relajarse a la hora de tomar medidas.
"Los resultados muestran una clara concienciación social ante los efectos del calor extremo, así como la necesidad de reforzar las medidas de protección y sensibilización frente a este fenómeno cada vez más frecuente, en el contexto del cambio climático", apunta Héctor Tejero, responsable del Observatorio de Salud y Cambio Climático.
En este sentido, el 80% de los encuestados aseguran haber notado un incremento notable de las temperaturas extremas durante los veranos recientes. Especialmente, es una sensación que han experimentado más las mujeres y los jóvenes, y sobre todo aquellos que viven en provincias especialmente cálidas. Además, no tienen dudas de que las olas de calor están vinculadas "total o parcialmente" con el cambio climático, así lo ven el 87% de los preguntados.
Entre los efectos mencionados que guardan relación con las altas temperaturas, la encuesta recoge los siguientes: golpes de calor o desmayos (84%), deshidratación (83%) e insomnio o fatiga (70%), seguidos de náuseas o mareos (58%), empeoramiento de enfermedades crónicas (56%) y confusión o desorientación (52%).
Por otro lado, hay diferencias sustanciales entre edades. Mientras que los mayores de 65 afirman que el calor agrava sus patologías crónicas, los más jóvenes subrayan un impacto mayor en irritaciones cutáneas o malestar general, es decir, una sintomatología más inmediata. Concretamente, la encuesta especifica que un 25% ha sufrido personalmente, o en su entorno, algún problema de salud durante una ola de calor. De estos casos, el 53% requirió atención médica y el 13% fue hospitalizado. Los motivos más frecuentes de asistencia fueron calambres musculares (68%), empeoramiento de enfermedades crónicas (60%) y golpes de calor o deshidratación (59%).
"La población tiene una percepción clara de que calor extremo supone una amenaza para su propia salud basado, muy probablemente, en una experiencia directa y creciente del malestar debido al aumento de las temperaturas los últimos años", manifiesta Tejero.
Grupos de riesgo frente al calor
En este informe también se han realizado preguntas acerca de los grupos de riesgo. El 69% de los encuestados considera que las personas mayores de 65 años son los más vulnerables, no solo por su edad, también por el consumo de medicación y las enfermedades crónicas.
Dejando a un lado los años, otros colectivos señalados como vulnerables fueron los trabajadores al aire libre (57%), los niños menores de 5 años (38%), las personas con enfermedades respiratorias (28%), las embarazadas (13%), las personas sin hogar (19%) y las personas sin aire acondicionado o con bajos ingresos (10%). Como dato curioso, el 55% de la población está en alguno de estos grupos de riesgo, sin embargo, el 31% no se identifica con esta clasificación. Tal y como sostiene Tejero, esta baja percepción del riesgo en personas vulnerables "pone de relieve la necesidad de seguir reforzando las acciones de sensibilización".
Los encuestados también fueron preguntados por el aislamiento térmico de sus viviendas, solo el 23% contaba con un sistema adecuado. Respecto a los recursos más frecuentes en los hogares, están los ventiladores (72%), los toldos o persianas (69%) y el aire acondicionado (55%). Sin embargo, existen fuertes desigualdades: en los hogares con ingresos altos, el uso de aire acondicionado alcanza el 62%, frente al 47% en los de menor renta. Solo el 14% de estos últimos cuenta con un buen aislamiento térmico.
En definitiva, el experto expone que aunque el grado de conocimiento del impacto del calor en la salud y su relación con el cambio climático es alto, hay retos pendientes: "Tenemos que conseguir que la gente aumente su autopercepción de vulnerabilidad y poner en prácticas políticas públicas que faciliten una mejor adaptación al calor de las viviendas, especialmente entre aquellos con menor renta".
Por su parte, Mónica García, ministra de Sanidad, también ha resaltado la importancia de asumir que el calor es un problema para la salud colectiva. "No queremos plazas que son sartenes, no queremos que se talen árboles, no queremos coles o escuelas infantiles a 40º. Queremos ciudades frescas y verdes, ciudades para vivir y ciudades para no sudar. El calor extremo no es sólo una molestia, es una amenaza para la salud", ha resaltado.
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