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Regulación y control para frenar la entrada de microplásticos en nuestro cuerpo

Se han encontrado compuestos químicos que liberan los plásticos en el 85% de los alimentos.

Estamos rodeados de plásticos y de sus versiones más diminutas, los denominados microplásticos, donde se engloban las partículas de menos de cinco milímetros de diámetro. Están en el mar donde nos bañamos, en la pasta que usamos para limpiar nuestros dientes, en los alimentos que nos llevamos a la boca, en las cremas que nos ponemos en la cara, en las ruedas de los coches que conducimos y en el aire que respiramos. Esta sobreexposición está haciendo que su presencia en nuestro cuerpo sea cada día más preocupante.

"Una vez que los microplásticos están en el medio ambiente entran en nuestro organismo por diferentes vías de exposición, a través de los alimentos, la respiración... Hay estudios que ya han mostrado su presencia en diferentes órganos: cerebro, pulmones, riñones, etc. Cuando entran en la corriente sanguínea pueden ir a parar a cualquier parte de nuestro cuerpo. Incluso se han encontrado en placenta y leche materna, lo que implica la transferencia de madre a hijo", explica Ethel Eljarrat, directora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (Idaea - CSIC). Aunque también se han visto en heces humanas, lo que quiere decir que hay una parte que somos capaces de eliminar, pero hay otra proporción que se queda dentro, la que inquieta a los expertos.

De hecho, un equipo de investigadores de Murcia ha ido más allá y ha detectado varios tipos de microplásticos en el 69% de las muestras de fluido folicular de 29 mujeres y 55% de las muestras de fluido seminal de 22 hombres, según la investigación 'Descubriendo el peligro oculto: detección y caracterización de microplásticos en fluidos foliculares y seminales humanos' publicada en la revista Human Reproduction.

"Cuando los microplásticos llegan al cerebro significa que han atravesado la barrera hematoencefálica, encargada de frenar todo lo tóxico que hay en nuestra sangre", añade. La experta lo confirma: todos estamos a día de hoy contaminados por microplásticos. Pero lo importante es determinar si es en un grado relevante y si puede llegar a provocar efectos secundarios. Todavía no hay respuesta para ello, ya que no se está utilizando una metodología analítica igual en todos los estudios para calcularlo.

La Universidad de Nuevo México publicó este mismo año el estudio 'Bioacumulación de microplásticos en cerebros humanos fallecidos' en Nature Medicines. En él, los investigadores resaltaron que la concentración media de microplásticos en 24 cerebros humanos de 2024 era de casi 5000 microgramos por gramo. Según confirmaron sus autores a The New York Times, eso equivale a unos siete gramos de plástico por cerebro, tanto como lo que compone una cuchara desechable o unos cinco tapones de botellas de agua. Y no solo eso. Vieron que las muestras de cerebro humano de 2024 tenían casi un 50 por ciento más de microplásticos que las muestras de cerebro de 2016.

El tamaño, en este caso, también es un dato trascendental. Cuando hablamos de micro, en realidad son diferentes formas de partícula, incluso podemos referirnos a nanoplásticos (inferiores a una micra). Según la investigadora, cuanto más pequeños sean, más toxicidad tienen. "Es más fácil que entren en la corriente sanguínea y penetren en todas las partes de nuestro cuerpo", sostiene. Además, los plásticos son polímeros que tienen añadidos una gran cantidad de aditivos químicos y estos son los que dan la mayor toxicidad al material. Por lo tanto, hay que mirar con lupa qué tipos de microplásticos campan a sus anchas por nuestro cuerpo.

Microplásticos primarios y secundarios

La procedencia de estos microplásticos hace que estos se dividan en dos: primarios y secundarios. Los primeros tienen su origen en actividades industriales porque tienen una función: en cosmética, detergentes, pasta de dientes, etc. Aunque en Europa está limitado este uso. Mientras que los segundos se generan sin ninguna intención y surgen por degradación de materiales plásticos más grandes (por ejemplo, en la ropa, en las ruedas de los coches, etc).

En esta misma línea, Eljarrat indica que estos microplásticos entran en los alimentos a través de varias vías. Por contaminación ambiental, como pueden ser los pescados del mar (donde hay una gran cantidad de microplásticos); por el procesado del alimento, dependiendo también del empaquetado); y por el cocinado, la experta subraya que la liberación de tóxicos de este material es "muy superior" cuando se aplica calor.

Sobre ello, fue coautora del estudio 'Aditivos plásticos en la dieta: presencia y exposición alimentaria en diferentes grupos de población', junto con Julio Fernández-Arribas y Teresa Moreno, publicado en Journal of Hazardous Materials. Aquí analizaron los plastificantes, que son una de las familias de estos compuestos químicos que forman parte de los plásticos y que le dan ciertas propiedades (flexibilidad, dureza, etc). "No estudiamos el trocito de plástico, sino el compuesto químico que se libera también del plástico y contamina los alimentos. El resultado es que encontramos presencia de él en el 85% de los alimentos, que son los propios de una dieta equilibrada", apunta la investigadora, ya que con estos plastificantes sí que tienen la capacidad de saber exactamente cuánto hay en cada uno.

Conocemos esta cantidad, pero sin embargo, no hay una regulación que limite la presencia de estos compuestos en alimentos, sostiene. Tal y como señala la directora del Idaea - CSIC, lo único que existe a día de hoy son recomendaciones de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) en la que se establece cuál sería la dosis máxima permitida a diario de microplásticos para que no ocasione problemas en el futuro: "En la mayoría de los casos, estaríamos por debajo de las dosis recomendadas, pero sí que hemos encontrado que en la alimentación de bebés y de niños de entre 1 y 3 años hay un par de compuestos que sí que estarían sobrepasando ese valor de seguridad que establece la EFSA".

Soluciones frente a los microplásticos

Una vez detectado este problema ¿ahora qué? Para Eljarrat, en aquellos casos en los que haya evidencias científicas de compuestos tóxicos, debería haber legislaciones que prohíban su uso, porque "es una contaminación tan ubicua que la única manera de evitar esta exposición". Por ejemplo, en España, la nueva ley de residuos que incluía por primera vez la prohibición del uso en envases del bisfenol A y los ftalatos, que son plastificantes. Sin embargo, no hay ningún sistema de control para controlar que se esté llevando a cabo, matiza la investigadora.

Otra medida que coge más fuerza para afrontar esta situación es buscar alternativas al material plástico. La realidad es que hay dos problemas a su alrededor: el físico, todos los residuos que se generan de material plástico; y otro, el químico, la presencia de compuestos químicos que son tóxicos.

"Uno de los mayores inconvenientes del plástico es que tarda demasiado en degradarse. Hay muchas investigaciones que buscan desarrollar materiales plásticos alternativos a los que derivan del petróleo, lo que se conoce como bioplásticos, que tardan menos en este proceso, asegura la experta. No obstante, se trata de un arma de doble filo. Aunque es cierto que desaparecen antes, requieren más cantidad de compuestos químicos, por lo que empeoramos en toxicidad.

"Si no se consigue atajar el problema limitando la producción mundial de plástico, cada vez vamos a generar cada vez más microplásticos, los niveles en el medio ambiente van a ser mayores y, por consiguiente, nuestra exposición a ellos también. A lo mejor las cantidades de ahora no son nocivas, pero si seguimos aumentando el nivel de concentración podría llegar a ser preocupante", afirma Eljarrat.

Ya hay investigaciones sobre los compuestos químicos de plásticos que aseguran que son disruptores endocrinos que pueden afectar al funcionamiento de nuestro sistema hormonal como a la tiroides y provocar obesidad, diabetes, problemas de fertilidad. "Sobre los efectos de los microplásticos como tal solo hay indicios, no estudios demasiado concluyentes, pero se sospecha que puede provocar alteraciones en el sistema inmunológico y problemas cardiovasculares", puntualiza. Por lo tanto, estamos a tiempo todavía de actuar, pero hay que hacerlo ya.

Los contenidos publicados en Gaceta de Salud han sido elaborados con afirmaciones, datos y declaraciones procedentes de instituciones oficiales y profesionales sanitarios recogidas por un grupo de periodistas especializados en el sector. Recomendamos al lector consultar cualquier duda relacionada con la salud ante un profesional del ámbito sanitario.

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